LA CIUDAD DE LAS NUBES
Habían pasado varios años en los que El Caminante
decidió optar por la soledad para encontrarse a si mismo, su soledad fue el
refugio perfecto para poder descubrirse y reconocerse después de todo lo que
había pasado en su vida y todo lo que vivió a medida que transitaba los caminos
que esta le puso en frente.
El camino le había llevado hasta la Ciudad de las Nubes,
un hermoso lugar que se levantaba entre los cerros mas altos, enormes masas de
tierra que llegaban incluso arriba de las nubes, donde el suelo se confundía
con la bruma y las pisadas del Caminante se habrían paso entre la estela
blanca.
Esa ciudad era lo bastante grande como para hacer que
El Caminante pase desapercibido, nadie lo conocía, no tenia amigos y su vida
solo era un murmullo de un lugar que no sabía quien era. Era el lugar apropiado
para estar solo, sin la necesidad de alejarse de la vida en una sociedad, el
caminante comía solo, no tenía amigos, pocos conocidos, pero nada mas, esta
vida le ayudo a juntar dinero, que mas tarde usaba para disfrazarse y jugar a
ser una persona que no era él realmente.
Al concluir uno de estos juegos El Caminante volvió a
su rutina cotidiana, volvió a tratar de plasmar su mundo en sus cuentos y
libros, a ocultarse entre la gente para robarles un poco de sus vidas y
plasmarlas en sus escritos; pero cuando menos se esperaba, frente a él se
encontró a Lur, una joven Gurú que buscaba la iluminación para su vida, en
realidad ella quería ser feliz y encontró a la espiritualidad como el mejor
caminó para conseguirlo.
En un comienzo El Caminante dudó de acercarse a Lur,
porque él sabia que no podría compartir ni aceptar los métodos espirituales de
la joven. Las cosas que El Caminante vivió le enseñaron otras formas de encontrar
su iluminación, de sentirse en armonía con su mundo y que al final encontrar lo
que ambos querían, la felicidad.
El tiempo pasó y El Caminante se acerco cada ves mas
a Lur, sin darse cuenta, él volvía a sentir cosas que no había sentido desde la
ves que conoció a la Cazadora de Esperanzas, sin embargo las cosas no eran tan
fáciles. El Caminante sintió que Lur podía entender su vida, pero también
sintió que ella tenía su propia vida, una vida que no era totalmente compatible
con la vida que él forjó a lo largo de sus rutas transitadas.
Juntos vivieron momentos mágicos, subieron a la cima
de los cerros mas altos y se sintieron en las estrellas, se metieron dentro de
los archivos de la ciudad y encontraron por un momento paz, quietud y
tranquilidad, justo en medio del lugar mas convulsionado del lugar y esos
momentos quedaron grabados para siempre.
Cierto día El Caminante tubo que salir de la ciudad y
volvió a transitar algunos senderos que ya hacía mucho tiempo le ayudaron a
tomar decisiones y a asumir las cosas que le tocó vivir, se asomó a un puente y
en el fondo, el agua cristalina creó formas, mezclándose con el brillo del sol.
Aquella conjunción entre el agua y los destellos le contaron una historia, una
fabula de triste final que solo él podía entender y que le condujo a encontrar respuestas
que nunca podría haber encontrado de otra forma, esperó algunos días.
Durante dos semanas se encargó de escribir una
historia para Lur, lo hizo robándole destellos a las estrellas, sobre un papiro
negro hecho en base a los ébanos mas oscuros que se pudo encontrar en el bosque
y elaborado por los duendes de la noche, amigos de El Caminante.
El resultado fue una historia que El Caminante construyó para Lur, que
por la naturaleza de los materiales solo podría ser visto por la persona para
quien está destinada; de esta forma cuando uno de los duendes de la noche
entregó el regalo a Lur, el papiro automáticamente comenzó a emitir un fuerte
fulgor plateado y ella pudo leer la historia, guardó el papiro en su caja de
sueños.
Al siguiente día El Caminante preparó una cena en la
cima de los cerros mas altos, aquel lugar que les hacía sentirse en las
estrellas, comieron, hablaron y finalmente él se despidió explicándole que las
aguas del arroyo le señalaron un nuevo camino y que debe irse de la Ciudad de
las Nubes, a lo que Lur le respondió que también se iría, buscaría su felicidad
en otro lugar, juntos guardaron un silenció enternecedor, él le tomo de la mano
y le dijo:
-
Si tus ojos y tu
sonrisa son capaces de iluminar y alegrar la vida de tanta gente, es imposible
que no puedan hacer lo mismo contigo misma, busca la felicidad dentro de ti, tu
eres la única persona que puede darte felicidad a ti misma, hazlo, porque te lo
mereces.
Ambos se fundieron en un fuerte abrazo, él derramó su
ultima lagrima, se dio la vuelta y comenzó su nuevo camino, jurando que el
camino dejado, para siempre tendrá el nombre de Lur, la joven Gurú.